Los blancos vencen al Unicaja en un disputadísimo duelo. Causeur y Heurtel, determinantes al final. El base se torció la rodilla izquierda de mala manera en una penetración
Sin respiro, medía el Real Madrid en Málaga justo antes de la Copa su propia crisis, esta cuesta de enero-febrero en la que el calendario, las lesiones y el Barça le han descabalgado, y de paso el propio momento crítico del Unicaja, el estreno de Ibón Navarro en el banquillo. Resultó una batalla pareja y apasionante en la que los blancos acabaron suspirando de alivio tras un acelerón clave en el último acto. Volvieron a ganar, pero se fueron del Carpena con poso amargo tras la fea lesión de Carlos Alocén.
Había sido el maño el que había sacado a su equipo de un buen apuro al comienzo de la segunda parte, quizá clave del triunfo que vino después, pero su rodilla se quebró de mala manera y se marchó con gesto de alarma. El Carpena se quedó helado.
Era entonces el partido un batalla espectacular y pareja, pero el Madrid consiguió bajar la mano al ímpetu local. Le costó sudores y berrinches arbitrales, pero toma aire a unos días del primer título de la temporada.
De bache a bache, dos equipos se presentaban ante el diván. Ante las dudas que propician errores, que replantean esfuerzos, el entusiasmo y la energía suelen ser buenos aliados. El cambio de chip malagueño con la llegada de Navarro, que hace apenas unos días fue despedido de Andorra, se evidenció desde el amanecer. Unicaja era un equipo valiente, que se reflejaba en el desparpajo de Darío Brizuela. Y que no se quebraba cuando el Real Madrid apretaba.